¡Saludos, mis queridos lectores! Hoy vengo a plantear una pregunta que a muchos podría parecerles descabellada, pero que en realidad encierra algo de sentido común. Mi pregunta es la siguiente: ¿por qué no dejamos que un chimpancé gobierne el país? Probablemente lo haría mejor que algunos políticos.
Sí, sé que muchos se estarán preguntando qué tiene que ver un chimpancé con la política. Después de todo, los primates son animales y carecen de la capacidad cognitiva necesaria para asumir el control de un gobierno, ¿verdad? Bueno, no necesariamente.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que los chimpancés son animales sumamente inteligentes. De hecho, comparten el 98% de su ADN con los seres humanos, por lo que no es una exageración decir que son nuestros primos evolutivos más cercanos. Los chimpancés tienen una memoria prodigiosa, son capaces de resolver problemas complejos y hasta tienen cierta capacidad para razonar y tomar decisiones. Y si nos ponemos a pensar en algunos políticos, quizás el coeficiente intelectual de los chimpancés no sea tan bajo en comparación.
Pero, ¿qué ventaja tendría un chimpancé en el poder? Para empezar, los chimpancés no tienen agenda política. No tienen intereses más allá de su propia supervivencia y la de su grupo social. Esto significa que no estarían atados a los intereses de grandes empresas o grupos políticos. En lugar de buscar favorecer a unos pocos, como suelen hacer muchos políticos, los chimpancés buscarían el bienestar de toda la sociedad.
Pero eso no es todo. Los chimpancés son seres sumamente empáticos. En la naturaleza, hemos podido observar cómo ayudan a sus congéneres en situaciones de peligro o estrés. Esta empatía también sería un gran beneficio en política, ya que los chimpancés tendrían una sensibilidad mayor hacia aquellos grupos sociales más vulnerables.
Otro factor a tener en cuenta es la comunicación. Los chimpancés son seres que se comunican entre sí mediante vocalizaciones, gestos y expresiones faciales. Aunque no podrían hablar en un idioma humano, seguramente desarrollarían una forma de comunicarse con los ciudadanos que pudiera ser entendida por todos. Además, al no tener una lengua materna, no habría problemas de discriminación lingüística.
Pero, sobre todo, el mayor beneficio de que un chimpancé esté en el poder sería la honestidad. A diferencia de muchos políticos, los chimpancés no tienen motivaciones ocultas. No necesitan mentir para obtener votos, ni prometer cosas que después no cumplirán. Ellos se guían por la necesidad actual del grupo social y no por la necesidad de mantenerse en el poder.
En conclusión, mis queridos lectores, creo que es hora de que nos planteemos seriamente la idea de que un chimpancé gobierne el país. Quizás pueda sonar disparatado, pero si nos detenemos a reflexionar, quizás encontremos ciertos argumentos a favor. Ahora, si alguien de ustedes está pensando en postularse como candidato a presidente, no olviden llevar con ustedes algunas bananas para los debates. ¡Hasta la próxima!