Todo parecía listo para la gran aventura. Habíamos preparado nuestras mochilas, el equipo necesario y habíamos estudiado el camino al detalle. La ascensión hacia el cielo era el desafío más grande que habíamos tenido en nuestras vidas y estábamos dispuestos a enfrentarlo con valentía y coraje.
El día de la gran ascensión llegó finalmente y nos dirigimos hacia el punto de partida con mucho entusiasmo. Llegamos al lugar indicado, nos pusimos los arneses, las cuerdas y comenzamos a caminar en dirección a nuestro objetivo final: el cielo. Pero algo extraño sucedió en el camino...
Empezamos a escuchar unas extrañas risas provenientes del cielo, que se fueron haciendo cada vez más fuertes. Nos detuvimos y nos miramos desconcertados. ¿Qué estaba ocurriendo?
Decidimos seguir adelante, ignorando las risas y enfocados en nuestra meta. Sin embargo, pronto comenzaron a aparecer obstáculos en nuestro camino.
Estábamos exhaustos, frustrados y cada vez más convencidos de que la risa provenía de algún ser celestial que se burlaba de nosotros.
Finalmente, después de muchos esfuerzos, llegamos al final del camino. ¡Habíamos llegado al cielo! Pero la sorpresa fue enorme cuando descubrimos qué había al otro lado...
No hay palabras que describan lo que vimos: un completo caos. Ángeles y querubines chocando entre sí, algunos dormidos, otros jugando cartas y los más valientes intentando poner orden en el cielo.
Nos miramos entre nosotros con una mezcla de asombro y decepción. ¿Habíamos hecho todo ese esfuerzo para esto? ¿Para encontrarnos con un cielo en el que se perdía el control?
Pero luego de pensar en todo lo que habíamos vivido, comprendimos que la verdadera recompensa no estaba en llegar al cielo, sino en el camino que habíamos recorrido juntos. Aprendimos que, aunque el camino esté lleno de obstáculos y no siempre se llegue a la meta, lo importante es disfrutar del trayecto y de los compañeros de viaje.
Así que nos abrazamos, felices y agradecidos por haber vivido la aventura juntos, y comenzamos a descender de vuelta a la tierra, sabiendo que habíamos dejado nuestra marca en la historia de la gran ascensión hacia el cielo más accidentada de todos los tiempos.